Tal y como se desprende de la propia etimología de la palabra “padre”, no sería posible la práctica de ningún deporte por parte de menores sin la existencia de los mismos.

Una vez clarificado este vínculo indefectible; cabría entender que cada uno en su parcela juega un papel fundamental en el desarrollo del deportista. Los padres deben ser referentes en todos los ámbitos de la vida pero no siempre desde la intromisión o la imposición de ideas; existen campos donde estás injerencias son totalmente invalidantes y contraproducentes para el menor.

Cuando ponemos a nuestro hijo bajo la tutela de un profesional debidamente cualificado y acreditado, buscamos una formación en valores y una capacitación del menor en la parcela deportiva elegida sea cual fuera; por todo ello debemos en todo caso refrendar estas enseñanzas y reforzar estos conocimientos cuando ya el menor no se encuentre en el centro deportivo.

Nuestro ejemplo despierta un afán muy poderoso en nuestros hijos de tal forma que la repetición ante un estímulo bien sea positivo o negativo, causará el mismo efecto acción-reacción; tanto en competiciones como en entrenamientos o en cualquier tipo de evento deportivo.

Por todo ello creo que, dentro de una sociedad tan avanzada, propia del S.XXI deberíamos ser capaces de aplicar el sentido común y discernir donde acaba nuestra responsabilidad como padres y empieza nuestro fanatismo como hinchas de un fútbol que en nada se parece al fútbol profesional y que sólo genera confusión en nuestros jóvenes deportistas, disturbios en los terrenos de juego y desasosiego en nuestros corazones.

 

Julio Durán

Entrenado Nacional de Futbol

CD Tenerife – Cadete A

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